Los extranjerismos ¿son siempre necesarios?
Cuando en la comunicación oral o escrita utilizamos una palabra tal y como se pronuncia y se escribe en su lengua originaria, estamos hablando de extranjerismos. El diccionario académico lo define como ‘préstamo, especialmente el no adaptado’ (DLE, 2014). Es decir, que una palabra o frase para incorporarse totalmente al idioma pasa por un proceso de adaptación, que puede ser más o menos largo: unos se castellanizan más rápido que otros debido al uso frecuente. Pensemos en el galicismo croissant, ahora, cruasán, en el anglicismo whatsapp > watsap; el italianismo spagguetti> espagueti… Estas palabras provenientes de otras lenguas que se usan en la comunicación diaria, y que se han incorporado totalmente al vocabulario del castellano y adaptado su pronunciación y ortografía, son los verdaderos préstamos.
Un préstamo se define como «el proceso por el cual una lengua adquiere una palabra que no la tenía y que pertenece al léxico de otra lengua» (Cfr. Antonio Quilis y otros, 1999: 353). Son necesarios en la evolución y desarrollo de una lengua, especialmente, para nombrar nuevas realidades. En cambio, los extranjerismos crudos o no adaptados son “aquellas voces de otros idiomas que se usan en textos escritos en español sin que hayan sufrido adaptación formal para adecuarse a los patrones gráfico-fonológicos de nuestra lengua, de forma que conservan su grafía y su pronunciación originarias” (Ortografía básica de la lengua española, 2012: 159). Desde el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (1927), estos extranjerismos se escriben en cursiva y no en letra redonda: lunch, coach, stand by, etc.
Los préstamos se incorporan a nuestra lengua de un modo casi imperceptible; por ejemplo, se inventa un nuevo aparato y no tenemos otra alternativa que nombrarlo, entonces acudimos a la adopción del nombre que tiene en su lengua de origen. Un caso concreto de lo dicho es el uso de la palabra table que castellanizada sería tableta. El Diccionario de la lengua española (2014) indica que la cuarta acepción de tableta es ‘dispositivo electrónico portátil con pantalla táctil y con múltiples prestaciones’.
Nuestra vida cotidiana está llena de extranjerismos, van entrando en nuestra rutina muchas veces sin danos cuenta. La mayoría de ellos se usa sin ser adaptados. Así, cuando preguntamos por alguien te responderán “Está en el Gym” o “Está haciendo footing”; cuando ha terminado la hora de clase y el profesor continúa, escuchamos una repetición multiplicada por el número de alumnos: ¡breik! ¡breik!; alguien nos pide un dato mediante el Whatsapp del smartphone y respondemos con un okey, oki, o.k.
Las causas que motivan estos préstamos pueden ser de orden externo o interno. Entre las primeras, Antonio Quilis menciona: a) la necesidad de nombrar cosas nuevas, nuevos conceptos, nuevos lugares; b) la necesidad, de utilizar determinadas palabras en un medio de comunicación, por ser imprescindibles para hacerse comprender o por motivos afectivos, etc. (el resaltado es mío).
La primera causa es inevitable. Ante nuevas realidades materiales, sociales, políticas, morales, etc. aparecen nuevos nombres para referirse a ellas. Sin embargo, también es cierto que muchas veces, por moda, preferimos un término de otra lengua a uno ya existente en la nuestra; por ejemplo, la palabra coach que significa ‘entrenador o persona que asesora y capacita a otra’, puede ser evitada en expresiones como Inés, ahora que ha ascendido, tiene una coach de imagen; Anna Carina Copello llegará a Huancayo como coach escolar. ¿No podría haberse utilizado asesora en vez del extranjerismo? Y lo mismo pasa con happy end (final feliz), bussines (negocios), cash (efectivo), première (estreno), etc.
A veces el uso puede responder a una tendencia del menor esfuerzo, es decir, utilizar una palabra en vez de una frase. Así, es más rápido utilizar offshore que “empresa registrada en un país en el que no realizan ninguna actividad económica”.
Una de las mayores vías de introducción de extranjerismos, es el lenguaje periodístico: Los mandatos de los ombudsman varían de medio a medio… (Garrido Lecca, “La opinión y los lectores”. Perú21, 15 de mayo de 2015). ¿Sabía Ud. que, buscando la traducción en google, esta palabra de origen escandinavo se refiere nada más y nada menos que a defensor del pueblo?
En algunos casos, el autor ha tenido la amabilidad de explicar lo que ha querido decir: Ver lo que ocurre con Toledo es un auténtico ‘déjà vu’ (esa sensación de haber ya vivido antes lo que estamos viviendo ahora). (Bullard, A. “Las manos al fuego”, El Comercio, 11 de febrero del 2017). A veces se usa la explicación solo una vez y después ya solo el extranjerismo: “Posteriormente, dicho porcentaje se promedia con el conocimiento de la marca (awareness), para así obtener el índice de interacción que precisa el dinamismo de una marca para transformar su awareness en experiencia” (El Comercio, 2 de marzo de 2017).
En otras oportunidades, el contexto lingüístico, el mayor o menor dominio de la lengua extranjera, el conocimiento de mundo o los recursos paratextuales son los que ayudarán a interpretar correctamente la información: “Al arribo de las low cost Interjet y Plus Ultra, se sumaría la llegada de Lufthansa y el desarrollo de siete peruanas”. (Hurtado de Mendoza, C. El Comercio, 19 de abril de 2016). Nuestro conocimiento de mundo, y el titular de la noticia nos informan que se estarían refiriendo a líneas aéreas. En uno de los párrafos siguientes, el entrevistado traduce la frase: “El arribo de las aerolíneas de bajo costo, o ‘low cost’, es una tendencia que se va a masificar en nuestro país desde ahora (…)”.
En otra noticia, el gerente de la empresa Swissport afirma: “Hemos cerrado un acuerdo con la aerolínea brasileña Gol a la cual le estaremos brindando el servicio completo de rampa, passenger service, operaciones y despacho(…)”. (El Comercio, lunes, 04 de enero de 2016). En este texto, el extranjerismo passenger service podría remplazarse perfectamente con servicio al pasajero. No obstante, es necesario agregar que el mundo de los viajes y el turismo siempre habló en inglés y de allí el uso constante de anglicismos, mayoritariamente.
Ahora bien, existen casos en los que los periodistas han utilizado un extranjerismo crudo de uso frecuente (no adaptado ni a la fonética ni a la grafía de nuestro idioma), por lo que es probable que no siempre se haya comprendido lo que se pretendió sugerir: “Asistimos atónitos a las recientes revelaciones que dan cuenta de la magnitud de los problemas de corrupción de los últimos años. Y esto es apenas el season premiere de una serie que durará muchos meses, varios años”. (Tanaka, M., “¿Qué estamos viviendo?”. La República, 12 de febrero de 2017).
En conclusión, considero que, a pesar de que muchas veces los extranjerismos son necesarios porque forman parte del estilo de un escritor, y le dan un valor expresivo y especial al texto, en algunos casos se podría utilizar un término más conocido por todos. Se podría sacrificar el uso de un extranjerismo en aras de la comprensión del lector común.